Hace dos sábados iba caminando rumbo al Estadio Gran Canaria debatiendo los cambios que en mi opinión tenía que hacer Paco Herrera en el once para el partido con el Alcorcón. Consideraba (y lo sigo haciendo) que Simón se había ganado el puesto y que Christian tras la lesión debía empezar a jugar de titular, a pesar de que Ángel estaba cumpliendo, superando con creces el rendimiento que ofreció la pasada temporada.
Mi acompañante sin embargo comulgaba con esa extendida doctrina del no se toca lo que funciona, esgrimiendo argumentos de continuidad, resultados, dinámica del equipo y gestión de grupo. Razones tan lógicas como ciertas, pero que bajo mi perspectiva pesaban menos que las estrictamente futbolísticas. Los resultados del equipo, la intensidad de los jugadores y los goles de Araújo habían disfrazado la realidad de un plantel prometedor, pero que no deja de tener lagunas que corregir y cambios que hacer, como prácticamente todos a estas alturas de campeonato.
No hacía falta ser un erudito del fútbol para ver que nuestros pivotes defensivos acababan los partidos extenuados de apagar constantemente conatos de incendios que por un motivo u otro no se terminaban de propagar. Es verdad que a posteriori es muy fácil hablar, y hacerlo bajo la comodidad de un teclado más aún, pero no es menos cierto que lo que sucedió ayer en el Heliodoro ya lo habíamos visto en menores dosis durante la primera mitad contra el Lugo o en algunos fragmentos de los partidos contra Alcorcón y Racing.
Tampoco había que ser Guardiola para ver que el cansancio de Hernán y Javi se debía principalmente a las pocas ayudas que recibían por parte de los extremos, de ahí que Herrera haya optado por dos mediocentros de corte defensivo. Tras tantos años peregrinando en el desierto estamos tan necesitados de alegrías que si el equipo gana automáticamente se le envuelve en un manto de oro, se le sube a un pedestal y la guardia pretoriana lo rodea impidiendo que se toque nada de lo que teóricamente está funcionando. Sin embargo, en cuanto se pierde un partido los mismos que alardeaban con una exaltación más propia de una fan de Justin Bieber que de un hincha de fútbol, empiezan a despotricar del equipo, avergonzándose del mismo.
Vergüenza ninguna, ni el sábado éramos tan buenos, ni hoy somos tan malos, lo que pasa es que somos humanos y hasta que los errores no se pagan no nos solemos poner a intentar solucionarlos. Hacía falta una cura de humildad, porque la euforia desmedida que se había generado era impropia de la jornada cinco, y aunque la derrota tiene el agravante de haber sido en el feudo de nuestro eterno rival, los palos cuanto antes mejor. De esta forma, el margen de maniobra es mucho mayor, y estoy seguro que Herrera ya está intentando solucionar con humildad, calma y determinación los errores que cometieron el pasado domingo.
Me alegro que el Sporting empatara al Valladolid en los últimos minutos, pero no porque continuemos siendo lideres, sino porque son dos puntos menos que tiene un rival directo. El hecho de ser primeros en la jornada seis no deja de ser una anécdota, acuérdense del Recreativo el año pasado, que en navidades parecía que se iba a salir de la tabla y de donde salió finalmente fue de zona de playoff. Quizá era necesaria esta derrota, porque aunque duela en el orgullo perder contra los chichas, bienvenido sea si ha servido para no cometer los mismos errores contra Sporting y Betis. Porque no dejan de ser tres puntos, y lo que está en juego el sábado en el Gran Canaria y el domingo siguiente en Sevilla sí son más de seis, porque además del golaveraje, todo lo que dejes de ganar engrosará automáticamente el casillero de un rival directo, cosa que el Tenerife a día de hoy no es.
Foto portada: © LaProvincia.es
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