No, no se dejen llevar a equívocos por el título. Vean este vídeo que me dio a conocer un gran amigo, merengue de cuna para más señas. Da igual que hable de Messi, que lo hace, lo podría hacer de Garrincha, de Di Stefano, de Maradona, de Guedes o de, mi eternamente admirado, Enzo Francescoli. Una cosa está clara, yo lamento a todos aquellos que no entiendan a esta pasión, que no lo compartan, que no hayan sido contagiados por este virus. Una pena, morirán y no sabrán lo que es la pasión. No hay obra de teatro, ni pintor, ni actor de cine o teatro, ni cantante o grupo musical que sea capaz de producir, de generar tantas sensaciones, sentimientos en una persona. Nada en el mundo ni, quizás, otro deporte sea capaz de transportar a un individuo a un tierra fértil de felicidad, emoción donde también se cohabita con la rabia, la tristeza y la indignación.
Pero aún así, todos los que amamos el fútbol queremos habitar ese plano, deambular por esa dimensión, y pobre del que nos quiera rescatar. Sin duda, el fútbol es una de las cosas más grandes ha creado el hombre. Sí sólo es un juego, una cosa sin importancia, pero lo más importante de las cuestiones no importantes. Siendo algo tan insignificante, forma parte de esas pequeñas cosas que te hacen feliz, que te dan fuerzas para seguir viviendo. Porque, como en este caso, literatura, poesía, alma, y sentimientos se mezclan en uno para explicar esto, que no es otra cosa que el fútbol, y uno no puede evitar emocionarse.
Y lo digo así, como suena, sin vergüenza alguna. Lástima, pena, tristeza infinita es lo que siento por todos aquellos que morirán sin haber sentido en sus vidas, jamás, algo parecido a esta pasión. Dan igual los colores, me despreocupan los escudos, el fin último es el juego... las emociones que desparrama, los sueños que brota, la fuerza que genera para seguir viviendo.
PD: Gracias a Octavio Santana Perdomo, el gran culpable de esta entrada.
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