Desde la Curva (#27): Invictus


Este domingo, ante el Numancia, quizás la UD Las Palmas juega el partido más importante de la última década. Quizás más importante que el de Anoeta, mucho más que ante el Linares. Y no lo juega sólo la UD, también usted y también lo juego yo. Lo jugamos todos.

No ha sido fácil llegar a este momento, tuvimos en nuestra mano el pasaje para entregarle a Caronte, nos perdimos en el Limbo, vagamos por el desierto y anduvimos por escarpados y angostos acantilados. Nosotros sabemos que no ha sido fácil llegar aquí. Esa camiseta, ese escudo, fueron ultrajados, deshonrados y desprestigiados por aquellos que una vez prometieron salvaguardarlos. Y nosotros, simples testigos maniatados, también sufrimos aquel inmerecido castigo.

Poco a poco, con mucho esfuerzo, con el eterno sabor amargo de quien ha saboreado las mejores mieles  y se tiene que conformar con el más largo y prolongado ayuno, hemos ido creciendo, a pesar de algún tropiezo, hemos ido mejorando. En la última década jamás estuvimos tan cerca de recuperar lo que era nuestro, como lo hemos estado, y aún estamos, este año.

Sí, una vez más, ellos han tropezado, han fallado: aquel gol cantado, aquel despeje mal dado, aquel penalti absurdo y aquel balón que de las manos resbalado acabó entrando. Pero… yo también he fallado: en aquellas ocasiones en las que tan sólo me fijaba en lo malo, por no valorar lo logrado, por no salir afónico del estadio, por no dolerme las manos de aplaudirles tanto…

Acabará la temporada y se podrá lograr el ascenso, o no. Eso a día de hoy no lo sabemos. Lo que sí podemos hacer, técnico, jugadores, usted y yo, es echar la mirada atrás y mirar el camino andado. Y si aún así, no se siente satisfecho ni reconfortado, es que nada ha entendido, nada ha aprendido…

Le invito a que le de al play y recite conmigo…



 En la noche que me envuelve,

negra, como un pozo insondable,

doy gracias al Dios que fuere 

por mi alma inconquistable.

En las garras de las circunstancias

no he gemido, ni llorado.

Ante las puñaladas del azar,

si bien he sangrado, jamás me he postrado.

Más allá de este lugar de ira y llantos

acecha la oscuridad con su horror.

No obstante, la amenaza de los años me halla,

y me hallará, sin temor.

Ya no importa cuan recto haya sido el camino,

ni cuantos castigos lleve a la espalda:

Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.

(Invictus, de William Ernest Henley)






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