Decía Jorge Valdano que el fútbol es un estado de ánimo. Sin duda es una de los cientos de definiciones que se amoldan perfectamente al fútbol. Y del grupo de jugadores apáticos, faltos de confianza, que no se identificaban consigo mismos a pesar de reconocerse en la propuesta que cayeron goleados en Montilivi no queda prácticamente nada. Conocida es la explosión de fútbol y convicción que supuso el encuentro copero ante el Racing de Santander, y desde ahí, con algún traspiés puntual y lógico, el equipo no ha dejado de crecer, mutar, evolucionar y mejorar.
Y si la devolución de los 5 goles ante al Girona es considerada la obra cumbre de este conjunto hasta ahora, no hay duda que la victoria ante el Almería en inferioridad numérica o la demostración apabullante de eficiencia dada ayer, son los partidos que sueltan avisos a navegantes. No es casualidad la posición clasificatoria de la UD, que si no hubiese perdido tanto tiempo en encontrar la fórmula idónea en la trastienda de Bco Seco, quizás estaría de forma solvente ocupando la 2ª plaza.
Hace poco más de un mes que hablábamos de la bipolaridad del conjunto amarillo, de sus 2 caras, hacía referencia en su momento a Dr Jeckyll y Mr. Hyde, ahora ya no necesita de álter ego alguno para desarrollar sus capacidades. Se muestra tal cual es una bella obra de orfebrería que se labra a sí misma a ratos de forma ruda pero siempre con acabados finos. Por que los jugadores Lobera, y él mismo técnico, han aprendido que sacrificio y rigor táctico no están reñidos con un fútbol prolijo en detalles técnicos, que se puede jugar con la mentalidad de un profesional, el corazón de un hincha y el alma de un niño. Así es esta UD, que con los pies en el suelo ya casi está tocando el cielo.
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