Jugando con la mitología helénica, podríamos afirmar que sólo un diminuto grupo de elegidos habitan la mayoría de su existencia acompañados por la Gloria. Pero la gestión del éxito es complicada. Es fácil dormirse entre laureles, dejarse llevar por los vítores y las loas con los que se engordan al ego, y dejarse acunar entre los brazos de Morfeo y bajo los efectos de los efluvios de Baco. Cuando se habita en el Olimpo, la única salida posible es hacia abajo, y no siempre es una bajada paulatina, pausada, que facilite la adaptación.
Según la mitología, para la mayoría de mortales, el sendero de la vida es un largo y estrecho paseo colindante con el Inframundo, donde Hades es el rey. Y siendo meros objetos de deseo y venganza de los Dioses, no sabemos si es peor el Averno o estar bajo los designios de un caprichoso Demiurgo. De infiernos y demonios tenemos una cátedra realizada todos y cada uno de los aficionados a la UD Las Palmas. En nuestro espíritu, alma y corazón hay cicatrices de las luchas de poder de esos que se creen semidioses, dioses y héroes,
Si difícil es saber digerir el sabor de la gloria, más amarga es el de la derrota, la pena y la miseria. Pero de los malos momentos es donde se rescatan las mejores lecciones, nadie recuerda haber aprendido nada cuando le acompañó el éxito, pero todos recordamos las lecciones que nos llegaron cuando íbamos de la mano del fracaso.
El emblema seña del Levante CF, que resume todo una existencia, una filosofía, una actitud vital, reza así: “Forjados en el yunque de la adversidad”. Me parece un lema excepcional, en el que todos los clubes modestos, incluida nuestra UD Las Palmas, se podrían ver reflejados. Jamás un club grande podrá acuñar dicho lema o alguno parecido. El origen de la UD Las Palmas, fue la fusión de 5 fuerzas antagonistas para crear una más fuerte para competir contra el mismo rival: el expolio de jugadores que sufrían sus equipos ante los cantos de sirena de clubes como Atlético, Madrid, Valencia o Barcelona.
Hacía más de una década que la UD Las Palmas no se encontraba en esta tesitura, transitando una senda que no es vieja conocida. Salimos airosos del Tártaro, pagamos nuestras deudas, y las ajenas, en una penosa travesía por el purgatorio, y ahora estamos por derecho propio escalando al Monte del Olimpo. Algunos escépticos dirán que somos unos simples y optimistas Sísifos. Pero en el pleno fragor de la batalla, el comandante Lobera y sus pupilos reflejan un espíritu espartano que se encuentra reforzado por el aliento de su afición. Somos un club humilde con alma de gigante y espíritu de Titán que las puertas del Olimpo futbolístico quiere derribar.
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