El gol de Thievy, bendito Thievynho, en el último suspiro ayer en el Toralín ha sido como dar un golpe enorme en la mesa, una exigencia clara y dura de respeto de un colectivo que había sido el muñeco de goma de quienes, como buitres, habían visto la oportunidad para cernir sobre la UD Las Palmas la sombra de la duda.
Y con nuestro honor no se juega, nosotros somos los valedores de una herencia, pocos clubes pueden presumir de un origen tan noble y deportivo como el nuestro, de justificar la palabra UNIÓN en su nombre. Nadie en tan poco tiempo puede presumir de haber logrado tantas cosas, de haber vivido lo bueno pero también lo malo, pero sobre todo, en tan poco tiempo haberse ganado el respeto por sus claras señas identitarias. Nadie en su sano juicio, a no ser que esté cegado por el fanatismo sociopolítico blanquiazul, le negaría a la UD Las Palmas lo que la historia otorga, un humilde pero destacado puesto de relevancia en el fútbol nacional. Sí, ahora somos un equipo de 2ª, sí hemos estado endeudados, sí las hemos pasado "macanudas", pero seguimos siendo la UD Las Palmas. Adalides del buen fútbol, de la deportividad y recordados por los entendidos como un club y una afición admirables.
Portar esta camiseta, vestir estos colores, lucir ese escudo es un orgullo pero también un debe para quien los representa, obligado en la defensa a ultranza de unos valores y una identidad inherentes al club. La UD perdió el encuentro ante el Guadalajara de forma justificada, nadie lo ha negado, pero cree que sus derechos han sido vulnerados por una irregularidad administrativa de la que los alcarreños se benefician pero que nadie reclama. Ahora es motivo de insultos y de injuria defenderse de lo que uno considera una injusticia, de hacerlo de forma reglamentada y con un libro de estilo que ya quisieran quienes esta semana se han encargado de vilipendiar a la entidad amarilla.
Habrán días que el equipo juegue como los ángeles, y otros (como ayer) que parece que se nos haya olvidado el ABC del fútbol, pero que nadie dude que siempre es con el máximo respeto al balón, con fair play, con coraje y orgullo, pero siempre limpios, claros y transparentes. Un entrenador, unos jugadores, una afición, un estilo, una identidad, una camiseta y un escudo no se manchan jamás por la burocracia y la legislación vigente en cualquier competición.
Que el gol de Thievy sirva para tapar la boca a Carlos Terrazas, a Sandoval, a las aficiones de la Ponferradina y Guadalajara (entre otras) que mediante las redes sociales nos han puesto a caer de un burro, a todos aquellos que nos han faltado el respeto, a quienes el pasado sábado al salir del estadio dijeron: "¡bah!, la misma historia de siempre", para todos ellos, y bueno, hasta para Roberto Santamaría (cobremos deudas atrasadas) por todo el daño que le hizo a la entidad amarilla cuando le debía mucho más de lo que él fue capaz de darle, para todo ellos.
Nosotros a lo nuestro, como dice esa máxima falsamente atribuida al Quijote: "Ladran, pues cabalgamos".
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