Me cansa, me aburre, que siempre en el fútbol sea el entrenador el que tenga que ver su cabeza rodar. Cuando se buscan soluciones siempre es su sangre la que mancha los adoquines. Buscar un revulsivo lo han llamado, provocar un sentimiento repulsivo es lo que han logrado.
Encontrar la reacción con otro entrenador con tan sólo ocho jornadas disputadas suena tan peregrino y sonrojante, por la vergüenza ajena que provoca tan débil argumentación, que están apagando un incendio como lo harían rociando el fuego con gasolina.
Pocas veces recuerdo un sentimiento unánime, palpable en las redes sociales y en la barra de cualquier bar entre café y café, de apoyo mayoritario a un entrenador que se había ganado el respeto incluso en sus más acérrimos detractores. Herrera cometió sus errores, que los tuvo y flagrantes en algunos casos, pero siempre fue un entrenador que iba de frente, nunca enmascaró, nunca ocultó tras una cortina de humo ni edulcoró lo que nos sabía amargo. Tan transparente a veces que nos incomodaba por no estar acostumbrados, tan habituados al “si, pero no” que se destila por norma en el fútbol.
En el minuto 91 todos somos campeones, y ahora han salido relucir algunos de sus errores extradeportivos. Por mi parte poco tengo que reprocharle, él se ganó el ascenso, luchando contra elementos externos e internos. Entiendo, comprendo y comparto su ánimo de disfrutar la primera división por la que tantas veces ha trabajado y en la que tan poco tiempo le han dejado competir a pesar de estar inmerso en un escenario adverso. Escenario donde por último se ignoraron sus peticiones, donde no se tuvieron en cuenta sus opiniones y en el que a muchos parece que les está afectando el mal de altura.
En el fútbol los matices cualitativos están por encima de los cuantitativos, no sólo en el terreno de juego sino también en los despachos. Miguel Ángel Ramírez había demostrado tener una sintonía con Herrera que no se le recuerda con otro entrenador, pero si su consejo de sabios (sic) le convenció para la destitución, pueda que tenga, como alguna de las estrellas de la plantilla, el enemigo en casa.
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