CARTA DE MIGUEL ÁNGEL RAMÍREZ



Carta a los medios de Miguel Ángel Ramírez este domingo.

No es fácil expresar lo que sentí el pasado miércoles, cuando nuestro abogado Mario Ghosn me comunicó que el juez Alberto López Villarrubia notificó a la UD Las Palmas el auto que daba por cumplido el convenio de acreedores de este tortuoso proceso concursal. Lo esperaba hace meses, pero deseaba tanto que llegara ese día que cuando me lo dijo no sabía si llorar, reír, gritar, contenerme en silencio o interiorizarlo. ¡Dios mío, diez años de sufrimiento viendo cómo el club de tu vida caminaba por el filo de la navaja quedaban atrás…!
Todo el mundo sabe que no ha sido un camino de rosas; todo el mundo sabe que hemos estado al borde del abismo y supongo que pocos confiaban en que un joven e inexperto empresario de 35 años fuera capaz de sacar este Club adelante y resistir la brutal embestida de 72 millones de euros de deuda. Acertaron. Es imposible que una sola persona hubiera sobrevivido a ese tsunami. Haberlo logrado es mérito de un sinfín de personas con las que he tenido la enorme suerte de trabajar y a las que les estaré eternamente agradecido por su esfuerzo y dedicación, por convertir el objetivo de salvar a la UD Las Palmas en un objetivo de vital importancia en sus vidas, y por haberme dado los ánimos y la calma necesarios en los momentos más duros, que han sido muchos.
Soy consciente de que en circunstancias como ésta es muy fácil poner nombres sobre la mesa y dejarse alguno atrás. Pido disculpas por anticipado. Pero no me sentiría bien si no tuviera unas palabras de agradecimiento para Juan José Cobo Plana, el magistrado titular del Juzgado de lo Mercantil aquel fatídico día de noviembre de hace ya diez años. Él, sin sospecharlo por aquel entonces, ha pasado a formar parte de la historia de la UD Las Palmas. Por eso todos debemos estarle muy agradecidos, yo el primero. Muchas gracias, Juan José.
También quiero agradecer a José Manuel Soria, entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria, que entendiera que la supervivencia de la UD Las Palmas dependía de un acuerdo de patrocinio con el Cabildo como firmamos. Sin ese acuerdo, sin esa sensibilidad que tuvo entonces, probablemente hoy no existiría este club.
Entre el empresariado, mi reconocimiento a los avalistas del préstamo de la CAM y a los que pasaron por la entidad con la única intención de ayudarla. La eterna gratitud de todos los aficionados a los empresarios que, sin haber tomado ninguna decisión en la gestión de la entidad, como es el caso de Félix Santiago y Matías Marrero, aportaron hace catorce años 1,2 millones que condonaron porque sabían lo que significaba para cientos de miles de canarios la supervivencia de la UD Las Palmas. Pero permítanme que si hablamos de empresarios haga mención especial a Germán Suárez, a su saber estar y a su compromiso discreto en cuantas mediaciones le hemos pedido. ¡Qué suerte tenerlo en casi todos los partidos en el Estadio de Gran Canaria viendo al equipo!.
Por supuesto que debo recordar a las personas de la entidad. Desde Mario Goshn, un abogado que se ha desvivido por sacar adelante este proceso concursal, a Patricio Viñayo, director general de la UD, pasando por todos y cada uno de los empleados del club, que siempre han tenido la valentía de mirar al frente, aún cuando el agua nos llegaba al cuello.
Y qué decir de los aficionados, de las peñas, de todos los ciudadanos de Gran Canaria que lloraron como yo el pasado mes de junio cuando se nos escapó de las manos el tan ansiado ascenso a Primera División. Qué decir de esas personas que acuden al Estadio de Gran Canaria a ver a su UD Las Palmas. A nuestra UD Las Palmas, de los abonados, de los visitantes ocasionales, del aficionado que prefiere ver los partidos por televisión, pero que sufren con nosotros cada derrota, cada gol encajado.
Han sido muchas noches sin dormir, muchos días grises, combatidos a fuerza de corazón y coraje, superados por el cariño de personas cercanas y desconocidas, superados también por lo que aprendí con muchas críticas. Hemos cometido errores de los que hemos aprendido. Siempre digo que no hay universidades de presidente de club, y menos para afrontar lo que hemos afrontado. Hemos tomado decisiones que han podido resultar dolorosas para algunas personas, pero todo se ha hecho por algo que hemos repetido en el Club estos años muchas veces: “no devaluaremos ni rendiremos el escudo”.
Y ahora, llegados a este punto en el que dejamos atrás el concurso, no siento que hayamos alcanzado una meta, sino un punto de partida. Damos sensación de solvencia económica porque desde el principio decidimos evitar en lo posible no castigar a los aficionados aireando nuestros problemas. “Bastante han sufrido ya”, les he dicho muchas veces a mis consejeros. Pero el Club debe consolidarse empresarialmente, deportivamente, con una infraestructura básica que no tenemos, sin relajarse un solo día. Que el equipo ocupe el liderato debe alegrarnos, pero sin perder tensión, exigencia, ambición. Ahora hay que recuperar mucho tiempo perdido.
Tenemos ante nosotros la obligación de construir la UD Las Palmas del siglo XXI, aquella que pueda alcanzar la élite nacional y estabilizarse en ella. Y el desafío creo, humildemente, que nos atañe a todos, cada uno a su escala. De pronto, me viene a la cabeza la frase que le escuché a Paco Herrera hace poco, después de un partido: “ninguno de nosotros es mejor que todos juntos”.
Mi enhorabuena a todos los que no se resignaron a arriar esta bandera. Gracias, de corazón.
Miguel Ángel Ramírez Alonso

Foto: ©LaProvincia.es
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