El Murcia demostró ayer ante Las Palmas que su segunda posición en el campeonato no es mera casualidad. Un equipo que desde la penuria deportiva e institucional ha sabido rearmarse para conformar un bloque sólido que resulta tan árido y seco para el rival como antipático para el resto de aficiones. La expulsión de Acciari multiplicó a la máxima potencia esa versión cruda del equipo pimentonero que acabó por dar un bocado a la ilusión amarilla.
Chasco, varapalo, jarro de agua fría son términos totalmente aplicables para las sensaciones nada más acabar el partido ayer. Impotencia y frustración por otra enésima ocasión perdida también. Una vez más el conjunto de Lobera ha dejado escapar una ocasión de oro para auparse en la tabla. El salto cualitativo se dio hace tiempo con la contratación de Aranda, Masoud, y Apoño, pero el salto cuantitativo, en forma de puntos, aún no llega. Cierto que sumó un punto que recortó distancias con la zona de Play Off (a dos de distancia) y con el ascenso directo (a cuatro), pero esto es un consuelo muy simplista tras jugar más de 60 minutos contra un rival en inferioridad.
La ventaja numérica del conjunto amarillo fue un boomerang que golpeó al equipo que se sintió incapaz de penetrar por la abigarrada muralla que formaron los jugadores murcianos. La pérdida de frescura fue evidente tras lo visto con el Hércules y Sabadell, el equipo perdió verticalidad en el juego, abusó de las conducciones largas y los desplazamientos en horizontal, tan sólo Asdrúbal, excesivamente revolucionado por momentos, se empeñó en otorgar algo de ímpetu al partido, aunque sólo fueran fuegos artificiales.
Las Palmas sumó un punto que recorta tímidamente algunas distancias en la clasificación, pero por el contrario restan credibilidad, fiabilidad, ilusión y argumentos para presentarse candidata al ascenso directo. Esta irregularidad es una mancha bien visible que sonroja toda proclama de favorita.
ConversionConversion EmoticonEmoticon