En eso se encuentra la UD, que para seguir siendo candidato al ascenso directo debe ganar tres partidos seguidos, cosa que sólo ha pasado una vez a principio de curso venciendo a Lugo, Racing y Alcorcón. La obligación concurre con la ocasión al tener dos partidos seguidos en casa, donde el equipo sí ha demostrado estar a la altura de sus aspiraciones. El primero de los dos rivales es encima otro candidato en horas bajas, que empató el domingo contra el segundo equipo que visitará el gran canaria en seis días, un Sabadell en descenso, pero que lleva ocho jornadas invicto. Conjunto curioso el arlequinado, siempre he dicho que es un equipo chico con alma de grande, pues juega con mas alegría y valentía que muchos de los de arriba. No obstante, hay que ir paso a paso, y el primero es el Valladolid, que es el equipo que mejor conoce el aficionado amarillo debido a que juega siempre contra nuestro siguiente rival y a que sus partidos son asiduamente retransmitidos a nivel nacional y por abierto.
El equipo desconocido es la Unión Deportiva de la segunda vuelta. En la primera, pese a no jugar un fútbol atractivo, era muy sólido en su área y letal en la contraria, justo lo que faltó el otro día en Anduva. Lo primero faltó por motivos que venimos viendo desde hace tiempo, como el comprensible cansancio de Javi Castellano -que además jugó el partido con la loza de estar apercibido-, o los despistes de una defensa que se pone nerviosa cuando más le aprietan, queriendo despejar tan rápido que lo hacen por el centro, como les ha pasado a David Simón y Aythami en varias ocasiones durante el último mes.
En lo que respecta a los fallos arriba, me importan más bien poco, porque la suerte tuvo mucho que ver y si llegan a entrar las dos de Ortuño o la de Aythami estaríamos hablando de una película bien distinta. Lo que sí me preocupa es la falta de conexiones entre medio y delantera, y que Ortuño no reciba más ayudas de segunda línea teniendo así opciones fáciles de pase cuando gana balones. Lo primero lo achaco a que no haya dos jugadores creativos en forma para asociarse y armar jugadas. Sí que hay uno, Roque, pero juega sólo cuando hay bajas. Lo bueno del teldense es que su nivel físico no le priva a Herrera de su querido equilibrio, mientras hace lo que mejor sabe, darse la vuelta y pensar en vertical.
Si al tridente del medio le falta creatividad, el de alante lo que puede adolecer es la falta de fuelle. Me explico, el sistema que ha seguido Herrera desde principio de temporada no está pensado para hacer un fútbol elaborado como el que intentaba Lobera, sino para presionar muy arriba y desde ahí con espacios hacer peligro, pero la presión es de las cosas más complicadas del fútbol, porque necesitas mucho físico, además de trabajo táctico. Es de sobra conocido que el que debe marcarla es el más adelantado, pero esto no sirve de nada si sus compañeros no le acompañan, y es ahí donde falla la UD. Está claro que si no lo hacen siempre no es por falta de ganas, sino porque el físico no les da para apretar durante todo el partido, cosa totalmente lógica, a pocos jugadores les da. No obstante, da la casualidad que hay futbolistas con menos kilómetros a sus espaldas y que sí tienen las cualidades necesarias para acompañar casi siempre la presión del punta, como Asdrúbal, defenestrado hasta la lesión de Nauzet. Por eso siempre me ha sorprendido los pocos minutos que tiene el de Guanarteme, tanto de titular como de suplente, no porque sea el mejor, que no lo es, sino porque encaja perfectamente en el sistema que propone Herrera.
El equipo que mejor he visto hacer la presión arriba es al Barça de Pep Guardiola, y esto era en gran parte gracias a Pedrito, el jugador menos técnico de los ofensivos de aquel once de ensueño, pero el que más balones recuperaba en zona de tres cuartos, creando ocasiones de peligro y dando más descanso a los hombres del medio, permitiendo así un mayor equilibrio entre defensa y ataque. Ése es uno de los grandes fallos de los amarillos, puesto que Herrera ha intentado encontrar el equilibrio poniendo en el medio a los más trabajadores y delante a los más habilidosos, en vez de buscar que cada una de las piezas de sendas líneas de tres se complementen entre sí, nivelando así al equipo cuando éste no tiene el balón.
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