No soy un buen radioyente; muy pocos hinchas lo son. El público es mucho más rápido que los comentaristas: los rugidos y los aullidos preceden a las descripciones de la jugada por varios segundos, y la incapacidad de visualizar el campo me pone mucho más nervioso de lo que estaría en caso de haber ido al estadio o de ver el partido por la televisión.
Por la radio, cada disparo a puerta del contrario parece dirigido a la escuadra; cada balón al área de tu equipo da miedo; cada libre directo del contrario es siempre al borde del área. [...] Siempre me sentaba con el dedo en el dial, cambiando de una emisora a otra, desesperado por saber que estaba ocurriendo, pero igualmente desesperado por tener que oír la retransmisión.
Por la radio, el fútbol queda reducido a su mínimo común denominador. Despojado de los placeres estéticos del juego, desprovisto del consuelo de la multitud que se siente igual que tú, sin la sensación de seguridad que da ver a tus defensas y tu portero están más o menos donde tienen que estar, todo lo que resta es el miedo en estado puro.
Este fragmento que acaban de leer aquí arriba está extraído de Fiebre en las gradas de Nick Hornby. ¿Quién no se ha sentido así? Nosotros nos identificamos al 100% con la descripción tan acertada que realiza Hornby. Cierto es que en estos tiempos de fútbol globalizado, con Internet omnipresente y con la TV como dueña de las competiciones marcando horarios y preferencias por uno u otro club, para muchos jóvenes este deporte no está tan intrínsecamente relacionado con la radio.
Pero aún somos muchos, mayoría diría, los que crecimos con el único partido en abierto que se daba los Sábados por la noche y en La 2 de TVE. Siempre de 1ª división, y normalmente el partido más atractivo de la jornada. Así que si eras aficionado de uno de los equipos modestos tan sólo te quedaba esperar a ver en Estudio Estadio el escueto resumen del partido. Y eso si tu club era de 1ª división, si no olvídate prácticamente de ver resumen alguno.
Hasta entonces tu nexo de unión con tu club era la radio para vivirlo en directo, y la crónica del periódico del día siguiente. Así de esa forma tan arcaica se fortalecieron lazos de unión entre club y afición durante décadas. Y creo que eran unos lazos más fuertes de los que se generan ahora. Antes asistir a ver a tu club cuando jugaba en casa era una fiesta, era prácticamente la única oportunidad que tenías de hacerlo, y deseabas que pasaran rápidamente los días hasta el próximo partido en casa. Hasta entonces la radio con su inmediatez y tu imaginación, tu capacidad de abstracción era tus únicos ojos.
Hoy en día lo más común es ver el partido mientras escuchas la radio. Lo siento por los locutores de TV, pues la mayoría excepto alguno, son tremendamente aburridos y monótonos, e incoscientemente tiramos de la radio para mantener esa pasión y ese nerviosismo de antaño. Y por qué no reconocerlo, porque también queremos saber un segundo antes de que nos llegue la imagen lo que realmente pasa.
Larga vida a la radio.
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