El gran Roberto Fontanarrosa escribió una vez que se aprende más en la derrota que en la victoria, pero que él prefería seguir en la ignorancia. No seré yo quien ose a corregir al hincha más universal de Rosario Central, pero tras el partido de anoche en el Benito Villamarín, doy las gracias de no vagar en la tierra de la ignorancia.
Sin duda deseaba como el que más la victoria de la UD Las Palmas. Me hubiese encantado que el equipo se trajera el botín de Heliópolis, pero como los 300 espartanos que defendieron el paso de Las Termópilas, hay derrotas que enseñan lecciones que la victoria jamás logra. Aquella derrota convenció a todas las Polis Griegas para aunar fuerzas ante el verdadero peligro que suponía los ejércitos de Jerjes en lo que era una imparable invasión persa. Esta derrota unirá más que nunca al equipo con la afición con el apoyo de los medios informativos. Motivos no faltan.
La eliminación Copera ha mostrado, sin tapujos, todas las caras posibles de este equipo. La UD sufrió e hizo sufrir. Tuvo fallos en defensa, desaprovechó ocasiones imperdonables en el ataque, pero también ahogó gritos de gol entre la afición local y provocó algún que otro amago de infarto entre la afición bética. Una desafortunada jugada provocó el gol de Rubén Castro (siempre Rubén) que finalmente nos hizo besar la lona en las postrimerías del partido. Bebimos de nuestro propio veneno (otra lección más).
¿Morir con las botas puestas como el general Custer? Quizás, pero yo creo que nuestra épica supera la gloriosa muerte, pero precipitada,del joven e impulsivo general en la Batalla de Little Big Horn. Anoche se nos cerró la puerta de los Cuartos de final de la Copa del Rey, pero no se acabó el camino que nos lleva al ascenso. Muy al contrario, ese camino está más iluminado y claro que nunca.
Con todas las carencias que tiene este equipo, con todos los desajustes que aún tiene que corregir, con cierta corriente de opinión que quiere creer que no se puede confiar en este equipo por temor a sufrir, siendo aún huérfanos del gol (lo que nos cuesta gritarlo), con todo eso, acabó el Betis deseando el pitido final. El conjunto de Lobera hizo sufrir en su casa a un equipo que ganó al Real Madrid y tuteó al Barça. No olvidemos que los béticos son, por derecho propio, uno de los equipos que mejor juegan de España con una propuesta sincera donde se mezclan con coherencia el gusto por el buen trato al balón y la cultura del sacrificio, del trabajo y el esfuerzo.
Términos que no nos son ajenos. Nosotros estamos acostumbrados desde hace años a arremangarnos la dignidad y buscar entre el fango los puntos y las victorias, pero sin renunciar a nuestra señas de identidad. Y ese y no otro es el camino que recorremos y que sin duda nos llevará al tan ansiado ascenso.
Por último, tan sólo quiero destacar otra lección, una más, que posiblemente la victoria no hubiese producido. El gesto de Sergio Lobera con Hernán nada más acabar el partido habla, y mucho, de la calidad humana y de la unión que destila ese vestuario. Tan sólo me queda recitar en honor a Lobera el famoso poema de Walt Whitman: "Oh Capitán, mi capitán..."
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