La Virtud




Decía Aristóteles que la Virtud (moral) era una disposición voluntaria adquirida (un hábito) dirigida por la razón y que consiste en el término medio de dos vicios. Podríamos resumirlo en que uno es justo, practicando la justicia.  Virtud ésta más importante para el célebre ciudadano ateniense.

Ya que la virtud consiste en saber dar con el término medio entre dos extremos, doy por hecho que jamás en la vida el gran filósofo griego habría sido capaz de hacerse hincha de un equipo de fútbol.

Si hay un rasgo característico del fútbol es la pasión desmedida que levanta entre los propios protagonistas y, mucho más, entre los aficionados que en innumerables ocasiones se vuelven actores principales de la función.

¿Puede ser un hincha de fútbol un virtuoso? Para Aristóteles seguro que no. 

Entendemos entre todos al hincha como ese ser que vive con pasión, negativa o positiva, hacia ese equipo de fútbol que por diferentes motivos (herencia, identidad, búsqueda de éxito fácil, etc…) es al que sigue.

Entre los aficionados más acérrimos al fútbol, suelen haber dos subelementos, vamos a llamarlos hincha positivo e hincha negativo. El hincha positivo sería aquel que alienta a su equipo en las buenas y en las malas, que deja de lado todo lo negativo que pueda rodear a su equipo para seguir animándolo. Es capaz de obviar errores mayúsculos, de perdonarles el mayor de los pecados a esos jugadores, entrenadores y/o dirigentes porque ellos forman parte del club  que ama.

Por su contra el negativo, es aquel hincha que sólo destaca lo que no le gusta de su club, aún cuando el partido es ganado no deja de obcecarse con fallos defensivos, tácticas equivocadas y ocasiones de gol desperdiciadas. Es capaz de ver gigantes en un páramo desierto.

Si aplicáramos la Ética Aristótélica, ninguno de estos dos individuos sería el aficionado perfecto, ambos polos están muy alejados posiblemente del término medio donde discurren la mesura, el equilibrio, la asepsia que normalmente ofrecen los observadores neutrales sin afiliación definida a ningún club de este deporte.

No obstante, para mí, son ambos el hincha perfecto, porque son puro sentimiento, sufren de distinta manera pero con igual significado los avatares caprichosos de un objeto redondo. En definitiva, sienten lo mismo de diferente forma: el amor a una camiseta, a unos colores, a un escudo que los identifica.



Hablando de filosofía y fútbol, no podíamos olvidarnos del gran Sócrates

Es más, en este momento ni yo estaría escribiendo estas líneas ni tú leyéndolas si fuéramos estrictamente virtuosos, según Aristóteles. Y quizás, el fútbol, no sería lo que es sino fuera por toda la pasión y sentimientos desparramados por todos esos campos de fútbol desde hace más de un siglo. Sea en un partido profesional como en una cancha de barrio, en una favela, o en el África subsahariana. El fútbol como estallido pasional, de sentimiento, también es vehículo de sueños, anhelos, transmisor de valores, forja identidades grupales o individuales, rescata del olvido a colectivos y es analgésico para la mayoría de esos dolores no físicos sino del plano espiritual, y nada de esto sería posible si en el fútbol se practicara la virtuosidad del término medio.

Por tanto, como Aristóteles dice que sólo se puede ser justo practicando la justicia, sólo se puede ser hincha animando a tu equipo, de una u otra forma, alejándonos del término medio aristotélico pero siendo completamente virtuosos.

¿O acaso no es una virtud ser capaz de sentir tanto por tan poco?
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